

En estos días en que la preocupación por el medio ambiente es algo generalizado, uno se pregunta cómo puede contribuir a mejorar las circunstancias han desembocado en el momento en el que hoy nos encontramos; pues bien, aunque parece algo que excede nuestras capacidades individuales, a parte de las pequeñas aportaciones que podemos hacer mediante el reciclaje, etc, hay una cuestión que influye de forma significativa, no sólo en el aspecto global, sino también en nuestro día a día, y es que sí podemos contribuir a mejorar nuestro entorno inmediato, y de paso nuestro confort cotidiano, y es mediante la REHABILITACIÓN ENERGÉTICA de nuestro parque inmobiliario.
El concepto de rehabilitación es algo que históricamente se ha venido desarrollando, enfocándose sobre todo en su faceta patrimonial, o fundamentalmente estética; hoy en día tenemos la posibilidad de actuar de forma más profunda sobre nuestro entorno urbano, y el aumento de sensibilidad de nuestra sociedad en ese sentido se ha reflejado en nuestro país en la creación de medidas legislativas que promuevan la mejora de nuestros edificios, y por ende nuestras ciudades, tales como las diversas leyes de protección que se han ido desarrollando desde que se creó la figura del BIC (Bien de Interés Cultural) al amparo de la Ley 16/1985, de 25 de junio, del Patrimonio Histórico Español; este concepto posteriormente se ha ido ampliando, abarcando también los entornos urbanos de dichos monumentos, lo que implica la novedad de una actuación sobre la arquitectura civil, es decir, sobre el común de nuestros edificios.
A modo de anécdota podemos mencionar el hecho de que nuestra catedral, después del terremoto de Lisboa de 1755 y varios avatares históricos que la dejaron en un estado bastante precario, fue el primer edificio del Estado Español declarado Monumento Nacional, en 1844.
Pero lo que más nos interesa actualmente, dado que nos afecta de un modo más directo, son las últimas tendencias en este aspecto, y que van dirigidas a una rehabilitación más práctica que estética; con la crisis inmobiliaria nos dimos cuenta de que el parque inmobiliario español, además de tener abundancia de obra nueva, también tiene una gran cantidad de edificios avejentados y que ya no dan respuesta a las necesidades actuales, en particular en los centros históricos, que como consecuencia se estaban convirtiendo en espacios urbanos degradados y poco competitivos; para fomentar una respuesta a este creciente problema se desarrolló la Ley 8/2013, de 26 de junio, de Rehabilitación, Regeneración y Renovación Urbanas, conocida como la LEY DE LAS 3 Rs, que posibilita los mecanismos administrativos que favorecen estas actuaciones.
Y entonces, al amparo de esta nueva legislación ¿Qué podemos hacer con nuestros edificios? La opción clara es REHABILITAR, pero dando a esa rehabilitación un carácter integral, no quedándonos en un “lavado de cara”, y yéndonos a lo práctico; ya que la cuestión supone generalmente una fuerte inversión, a poder ser que redunde en una mejora económica para nosotros en el futuro.
Y ¿Cómo podemos conseguir este objetivo? Sobre todo aumentando la EFICIENCIA ENERGÉTICA de nuestras instalaciones y mejorando las ENVOLVENTES (la “piel”) de nuestros edificios; eso último en dos sentidos:
- 1º para que consuman menos, es decir, que necesitemos gastar menos en cuatro aspectos fundamentales: para calentarlos/enfriarlos/iluminarlos/y producir el agua caliente
- Y 2º, para que lo que consumen se aproveche lo más posible, es decir, que no se nos escape el calor cuando afuera hace frío, por ejemplo
Esto que parece evidente cuando se proyecta un inmueble desde cero es más complicado de alcanzar cuando el edificio ya está construido. Lo primero que hay que hacer es un buen ESTUDIO ENERGÉTICO, realizado por especialistas que nos indiquen los “puntos débiles” de nuestro inmueble; el paso siguiente, como siempre, realizar un buen PROYECTO DE REFORMA, realizado por técnicos cualificados, en el que se trace un plan para resolverlos, pues generalmente hay que atacar varios frentes, con actuaciones dirigidas a mejorar cada uno los puntos localizados, y conviene hacerlo con el respaldado de los conocimientos técnicos suficientes que garanticen un buen resultado, y que se lleven a cabo de forma metódica y ordenada.
Como puntos claves y “coladeros de energía” solemos encontrar carpinterías sin rotura de puente térmico y con vidrios sencillos, fachadas sin aislamiento o en mal estado, con condensaciones, problemas de filtraciones y humedades en cubiertas o plantas bajas, e instalaciones antiguas y poco eficientes, energéticamente hablando.
Todas estas cuestiones tienen solución, desde las más sencillas como puede ser el cambio de una caldera o de la iluminación en una caja de escaleras, hasta otras más complejas como la instalación de un sistema SATE en una fachada, tan comentado últimamente, y que no deja de ser “ponerle un abrigo” al edificio; por ejemplo en León, en 2017, se realizó una Modificación Puntual del Plan General de Ordenación Urbana para dar cabida a este sistema, que por lo novedoso, con las diversas capas de ventilación y aislamiento que se colocan sobre la fachada, al invadir un poco el espacio público, no podían ejecutarse, y así se reguló cuánto pueden sobresalir los aislamientos colocados por el exterior sobre la acera.
Además podemos contar con que para fomentar estas actuaciones, desde los diversos organismos cada año se publican unas líneas de actuación, como pueden ser a nivel municipal los programas ARI (Área de Rehabilitación Integral) o ARRU (Área de Renovación y Regeneración Urbana) cuyos carteles hemos visto últimamente por nuestras ciudades, y que están apoyados por los fondos europeos de la Estrategia de Desarrollo Urbano Sostenible e Integrado (EDUSI). Mención aparte merece la Inspección Técnica de Edificios (ITE), que se implantó en varios municipios con este mismo objetivo y que están obligados a pasar los edificios de más de 40 años, pero de esto hablaremos en otra ocasión.
A mayores existen varias entidades que ofrecen apoyo técnico y económico a las comunidades de vecinos o propietarios que quieran mejorar sus inmuebles, como pueden ser el EREN (Ente Regional de la Energía), las Ayudas para la Rehabilitación Edificatoria que ofrece la Junta de Castilla y León, el Programa de Ayudas para la Rehabilitación Energética de Edificios Existentes (PAREER promovido por el IDAE – Instituto para el Ahorro y la Diversificación Energética) con fondos europeos FEDER (Fondo Europeo de Desarrollo Regional), o a otro nivel el Plan Estatal de Vivienda 2018-2021.
Si bien la consecución de estas subvenciones puede suponer un embrollo documental aparentemente insuperable, no debemos descartar que existen empresas especializadas en ayudarnos con toda la tramitación, y la obtención de estas ayudas puede ser un incentivo importante a la hora de acometer un proyecto de estas características, que puede marcar la diferencia y hacerlo posible, pues finalmente redundará en dos beneficios fundamentales, aparte de aportar nuestra pequeña contribución a la sostenibilidad y mejora del medio ambiente, que podremos comprobar rápidamente a nivel particular:
- Ahorro económico
- Mejora de la calidad de vida
Aunque parece una tarea ardua, no debe asustarnos la envergadura de la empresa, pues los resultados está sobradamente contrastado que justifican plenamente la inversión y el lío que a priori puede suponer “meterse en obras”; la clave está en una buena planificación.