
Si hay un tema que en estos días abunda en los medios y en las conversaciones es el CAMBIO CLIMÁTICO; de cómo influye en nuestras vidas y el futuro en general ya se habla sobradamente en todos los ámbitos, pero, cómo nos afecta en el día a día?
Como hemos mencionado en ediciones precedentes, cada uno en nuestra medida podemos contribuir a hacer de nuestro entorno un hábitat más saludable simplemente poniendo un poco de atención a cómo acondicionamos los ambientes que nos rodean, los edificios en los que pasamos la mayor parte de nuestra vida, o los locales en los que desarrollamos nuestras actividades; no es una cuestión baladí si reflexionamos sobre el hecho de que la mayor parte de nuestro tiempo lo pasamos en espacios cerrados.
Ya desde hace tiempo todos estamos concienciados de que debemos mejorar el rendimiento energético de nuestros edificios y de nuestras ciudades, pero el acelerón en el declive climático global acaecido en los últimos tiempos, del que estamos comenzando a ser conscientes, ha impulsado a los estamentos correspondientes a tomar medidas más contundentes contra el consumo indiscriminado de energía.
Si bien en un número anterior centrábamos el discurso en la REHABILITACIÓN ENERGÉTICA, al hilo de la última modificación legislativa en este sentido, publicada el 27 de diciembre en el BOE, hoy podemos orientarnos hacia los espacios de nueva creación, y es que según la nueva versión del Código Técnico de la Edificación, principal herramienta normativa en este campo, se exigirá a los nuevos edificios un nivel de eficiencia energética aun más alto del actual, y una mayor contribución de energía procedente de fuentes renovables, lo que supondrá una reducción del consumo de energía primaria no renovable en torno a un 40% de media, en la línea de las directrices europeas marcadas.
Este cambio sustancial, ya en vigor, tras un periodo transitorio de unos meses, será de aplicación obligatoria el 30 de junio de 2020, y afectará a todos aquellos edificios nuevos o rehabilitaciones integrales que no tengan concedida su Licencia de Obras de forma previa a la fecha señalada.
Pero este paso adelante no se queda sólo en el perfeccionamiento de las envolventes de los edificios (en la “piel”) y sus instalaciones, sino que, entre otras cuestiones, también contempla un aspecto novedoso para la mejora de la salubridad de nuestros inmuebles, y es la inclusión de una nueva sección de “Protección frente a la exposición al radón”, por la que se establecen las normas de seguridad básicas para la defensa contra los peligros derivados de la exposición a radiaciones ionizantes.
Y al fin, qué es el radón? Pues el radón es un gas inoloro, incoloro e insípido, que se produce en el subsuelo de forma natural y emana dependiendo de varias circunstancias, tales como la humedad, temperatura, etc, y como pesa más que el aire es fácil que se acumule en niveles inferiores introduciéndose en los locales por las juntas de elementos estructurales o instalaciones, por lo que no te enteras de su presencia, pero parece ser de lo más nocivo para nuestra salud. Respecto a este tema se han pronunciado diversos organismos como la OMS, generando nueva legislación como la ya citada en el ámbito de la edificación u otras directivas europeas y nacionales. En nuestra zona, en realidad, sólo algunos enclaves concretos en el Bierzo son susceptibles de producir emisiones significativas de Radón, pero por lo menos ahora sabemos cómo proteger nuestros edificios y lo que debemos hacer para minimizar sus efectos en los que ya existen, y es que, dado que dos de los aspectos más importantes a tener en cuenta a la hora de evaluar la contaminación por Radón son el nivel de concentración de este gas en una estancia y el tiempo de exposición, es importantísimo ventilar adecuadamente los locales, sobre todo aquellos que se encuentren en planta baja, sótanos y semisótanos, por lo que, además de cuidar la ventilación natural, deberíamos asegurarnos del correcto funcionamiento de los sistemas de climatización y extracción. Esto mejorará no sólo este asunto, sino que evitará la aparición de patologías como pueden ser las indeseadas condensaciones, por lo que un adecuado mantenimiento de los equipos sólo puede traer beneficios.
Y volviendo al tema del ahorro energético, cómo nos afecta realmente esta última modificación del CTE? Pues para cumplir los requisitos mínimos de eficiencia energética tendremos que cuidar fundamentalmente dos cuestiones:
- Mejora del nivel de aislamiento, para evitar que se nos escape el calor o nos entre el frío. Esto se puede conseguir en los huecos con carpinterías de mejores prestaciones (vidrios triples, cámaras con argón u otros gases inertes, etc), o en los propios cerramientos aumentando su capacidad de gestión térmica; aumentando los espesores, si tienes el suficiente espacio, cosa que por ejemplo en locales o rehabilitaciones de edificios tradicionales no suele darse, o implementando materiales de aislamiento más tecnológicos, esto es, algo más caros pero también más eficaces, y con otras ventajas a sopesar como son la rapidez de ejecución, menor grosor, etc.
- Mejora de las instalaciones, para climatizar nuestros espacios gastando lo mínimo. En este punto todos pensamos en las instalaciones productoras de calor o frío, cuyas virtudes se pueden contrastar fácilmente comprando equipos basados en energías renovables (solar, fotovoltaica, aerotérmica) o con buena calificación energética (A, A+), y es cierto que son las responsables del mayor gasto energético en nuestras latitudes, pero no debemos dejar de lado el rendimiento de las instalaciones de iluminación, que sobre todo en establecimientos de carácter público pueden ser significativas en la factura de electricidad. Es importante cuidar, no sólo los elementos (maquinaria de equipamiento, lámparas, rótulos, etc), en cuya elección debe primar el bajo consumo, sino también el diseño, el trazado de circuitos, etc, que debe estar siempre encaminado a la mayor sostenibilidad del producto final.
Tampoco podemos cerrar este capítulo tan amplio sin pasar aunque sea de puntillas por un tema candente estos días… qué pasa con nuestros espacios exteriores? Si bien es cierto que la normativa al respecto (CTE, RITE – Reglamento de Instalaciones Térmicas en Edificios) promueve la utilización de fuentes de energía renovables para climatizar espacios no acondicionados, nos encontramos ante un vacío, y es que, si bien por ejemplo en la Ordenanza Municipal de Terrazas del Ayuntamiento de León se relacionan algunos tipos de estufas de exterior como elementos auxiliares, su mención es puramente urbanística, y no enfocada desde el punto de vista energético, por lo que de momento poco podemos definir al respecto, salvo lo que el sentido común del ambiente en el que nos encontramos nos indique.
Y es que, en resumen, nuestros inmuebles o locales y su ámbito de influencia no sólo tienen quedar bonitos, sino que deben funcionar bien y de la forma más eficaz posible; para ello, un estudio adecuado realizado por técnicos competentes y un buen proyecto, nos animarán a escoger las opciones que más nos ayuden a conseguir el objetivo a medio y largo plazo, e incluso generalmente, a ahorrar más a corto y optimizar la inversión inicial; y el resto, tendremos que ir caminando y viendo cómo evoluciona nuestro entorno, y si las medidas tomadas son suficientes para mejorar nuestra calidad de vida de cara al futuro, o por el contrario tenemos que seguir buscando un plan B.., solo que, como promulgan varios grupos de concienciación social, tenemos que tener claro que (de momento) no hay un PLANETA B.